jueves, 10 de febrero de 2011

Vieja Estación


Por naturaleza, las estaciones no se mueven; a ellas se llega, con el polvo y las sonrisas de otros lugares. Pero Vieja Estación, banda de cuna argentina y pies en todos lados, se comporta al revés, a la manera de los trashumantes de la música, que no pueden estarse quietos sin que el horizonte los arranque del ferrocarril aledaño, seguro y previsible.

Como en los sueños, no fuimos nosotros quienes llegamos a esa estación de trenes olvidada. Fue ella, mahometana, la que bajó a la Ciudad de México y llegó hasta nosotros. Todavía pudimos alzar la vista y contemplar el descenso lento, lento, como de virgen voluminosa que se hace la aparecida. De su base de tierra, que a cada movimiento se desmoronaba un poco, colgaban flecos oscilantes y húmedos: raíces, tubérculos, lombrices, todo lo que hay debajo de un cuerpo vivo.

Una estación hermosa de plataformas desoladas, con la herrumbre de su aire, con su luz vespertina de domingo ocioso, con sus vías mohosas que sirven de mirador a las gusanos, con su grifo que moja un caracol a cuentagotas, con sus verdes escalones donde pastan lagartijas. Y en su interior, oh sorpresa, una gavilla de ostrogodos argentinos, juglares y trovadores nacidos en Buenos Aires, músicos que parecen imaginados por Alcofribas Nasier para el sano esparcimiento de Pantagruel a la hora de la digestión (antes, se los come… y adiós música).

Ellos la hicieron su casa durante la última década del siglo pasado, y usaron sus propias alas para elevarla por los aires y traerla hasta la Ciudad de México. ¿Quiénes? Los hermanos Espósito (Ignacio, Santiago y Ezequiel), con Mauro Bonamico y José Luis Sánchez, que aparecieron como dos expósitos para darle mayor fuerza a la banda.

Lo que queremos decir es que pocas veces una banda de rocanrol y blues nos había revuelto los adentros con su música y con sus letras.

Música de las vísceras y frases que salen del pozo más profundo del alma. Comprobamos una vez más que el amor, la fe y la belleza suceden sólo cuando nos miramos ante el espejo. Todos somos Narcisos que besamos nuestra propia imagen, que sólo creemos en nuestros propios ojos, que sólo bailamos ante nuestra propia sombra.

En Vieja Estación aparece el diablo, ese demonio doliente que carga con sus exilios, sus ausencias y sus rompimientos.

Con Vieja Estación, nos miramos al borde de un carretera abandonada y mascullamos su verso apotegma: cambio los zapatos, pero no cambio el camino.

Poco a poco, como benéfica neoplasia, pequeños alfileres de celeste cabeza han ido cubriendo el mapa de México. Y es que Vieja Estación se ha presentado ya en Aguascalientes, en la Ciudad de México, en Tabasco, en Guanajuato (San Miguel de Allende), en Querétaro, en Zacatecas...

El placer de acompañar a Vieja Estación en sus viajes al interior de la República, es siempre doble. Por un lado, el gozo de escuchar y de constatar que estamos ante verdaderos músicos, ante una verdadera orquesta. Con Vieja Estación, el blues y el rocanrol nunca suenan artificiales o inconsistentes, al contrario, bajan a este valle de lágrimas para consuelo de los afligidos y refugio de los cansados que padecemos la constante fealdad de la basura acústica en la calle y en la oficina, en el restaurante y en el Banco, en el taxi y en el camión, en el Metro y hasta en el teléfono (la fealdad, es decir, la degradación enfermiza de rostros y cuerpos- está ligada a la fealdad de la mierda que se consume a manera de música –porque el suadero no puede ser culpable único de tanta monstruosidad).

El próximo 26 de febrero, Vieja Estación presentará en el Salón Los Ángeles su CD GOIN' DOWN TO MEXICO, no sólo uno de los mejores discos de blues que se han grabado en nuestro país sino también el primero que cuenta en cada una de sus canciones con músicos emblemáticos del género, entre ellos Billy Branch, Peaches Staten y Carlos Johnson, quienes viajarán de Chicago a la Ciudad de México para participar ese sábado como invitados especiales de la banda.

martes, 1 de febrero de 2011

Billy Branch 2006

Crónica publicada en febrero de 2006,
durante las presentaciones del armonicista en Ruta 61.

Miércoles 1 de febrero de 2006. Por fin llegó Billy Branch a la Ciudad de México, y hoy mismo tuvimos la oportunidad de presenciar parte del ensayo realizado en Ruta 61, con Vieja Estación, la extraordinaria banda que lo acompañará durante sus tres presentaciones.

Con nosotros está, pues, el extraordinario Billy Branch, quien fue armonicista de Wllie Dixon...

Y fue con Dixon, precisamente, con quien lo conocimos hace ya varios años, en uno de los legendarios festivales de blues organizados por Raúl de la Rosa a fines de los setenta y durante la década de los ochenta.

Comprobamos en el ensayo algo que sabíamos desde hace tiempo: Vieja Estación está a la altura del compromiso que significa acompañar como banda a un músico formado en la mejor escuela del blues. Así que, a partir de esta noche tendremos tres espectáculos al nivel de nuestra urgencia de buena música.



Jueves 2 de febrero de 2006. What a night!, nos dice Ignacio Espósito, evocando así la sensación de bienestar de un famoso baterista de Liverpool. What a band!, le respondo, con la certeza de que la noche esta sostenida por un alma universal que tiene su ombligo en la Ciudad de México, y dos cordones umbilicales cuyos extremos tocan Chicago y el barrio de Palermo, en Buenos Aires.

Billy Branch y Vieja Estación mostraron la belleza del blues cuando éste pende del talento y la capacidad expresiva de grandes músicos. El armonicista de Chicago pudo decir su discurso gracias, en gran parte, a que Ignacio Espósito, José Luis Sánchez, Mauro Bonamico y Santiago Espósito ejecutaron con sorprendente acierto las piezas que apenas si habían ensayando uno o dos días antes: Bring it on home, Grown mery, The blues follow me around, Crazy mixed up wild, Everysight to the blind, Crank it up sckecht my beck, Boom Boom, Crazy mixed world, Got my mojo working, Key to the Highway y otras.


En la segunda parte de la noche, Ezequiel Espósito fue llamado por Billy Branch, y pudimos entonces escuchar dos voces sin otra geografía que la isla del blues. También subieron Betsy Pecanins y Male Rouge, descritas por Branch como “my princess” y “a sexy girl”, respectivamente.

Como era de esperarse, el lugar se llenó; y entre los presentes no faltaron músicos extraordinarios y figuras de la farándula: Jaime Holcombe, Betsy Pecanins, Iván Lombardo, Malena Fonrouge (Male Rouge), Hernán Silic (Pelusa), Raúl de la Rosa, Octavio Soto (El Charro) y Javier García, entre otros.

Lalo Serrano, dueño del lugar, hizo milagros para que el servicio estuviera a la altura de las circunstancias. Apenas un día antes, el bar man se había largado; sin embargo, Lalo fue pulpo que atendía todas y cada una de las solicitudes de su equipo.



Viernes 3 de febrero de 2006. La noche del viernes fue extraordinaria en muchos sentidos: abarrotado el lugar, Lalo Serrano tuvo que dar instrucciones para bajar la cortina y, así, evitarse la pena de decir a los rezagados que ya no cabía ni un alfiler; Las Señoritas de Aviñón ofrecieron un concierto de blues que llegó, de veras, a los niveles de lo excelso.

Vieja Estación, por su parte, demostró con razones de peso por qué se ha convertido en el grupo en el que o con el que todos quisieran tocar, y su poder de interpretación explica claramente por qué Billy Branch ha quedado profundamente satisfecho y agradecido por contar con los buenos aires de Vieja Estación.

Billy Branch se dio entero, sin condiciones, incluso sobrepasando los límites de la bondad y la complacencia: no sólo tocó blues como los grandes (porque él es un grande), sino que, además, se dio tiempo para dictar cátedra y expandir la idea de que el blues es más que un género musical: es un gesto humano, una sudoración, un brote universal del alma.


Sábado 4 de febrero de 2006. El fin de semana amarró bien, porque a las ocho de la noche del domingo se transmitió por radio la primera parte de la entrevista al armonicista, con la presencia en cabina de Octavio Herrero, Lalo Serrano, Cecilia García-Robles y, por supuesto Raúl de la Rosa, conductor del programa Por los senderos del blues.


Lo cierto es que el sábado Ruta 61 fue de nuevo punto de encuentro de amantes del blues y de músicos conocidos, medio conocidos y absolutamente desconocidos.

Como la noche fue abierta por Memo Briseño, tuvimos la oportunidad de ver, después de mucho tiempo, a la hermosa Hebe Rosell, que acompañó a la banda en algunas de las canciones. A propósito y si no contamos a las embarazadas, por ahí anduvo el ser más pequeño que ha visitado Ruta 61, un bebé.

También estuvieron Iván Lombardo, ex-integrante de Las Señoritas de Aviñón; el escritor y periodista Jaime Avilés, el guitarrista Alejandro Marcovich, el charro Octavio Soto; Nicolás Martínez Marentes, líder de The Lyria; Raúl de la Rosa y Cecilia, su compañera; Tania Molina, reportera de La Jornada; Arturo Olvera, del Esto; los artesanos Febe y Carlos, que le regalaron a Billy Branch un vitral con su perfil; el coordinador del Plantel del Valle de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, maestro José Remus, con Teresa, su esposa; María de la Luz Roa. ¿Quién más? ¡Mucha gente! Jaime Holcombe había quedado de hacerse el aparecido, pero a la mera hora no llegó.

lunes, 31 de enero de 2011

Carlos Johnson 2006

Big Bill Broonzy y la sabiduría popular


Creibas que no había de hallar amor como el que perdí. Tan al pelo lo jallé, que ni me acuerdo de ti. Una sota y un caballo burlarse querían de mí. ¡Ay, malhaya! ¿Quién dijo miedo? ¡Si para morir nací!

Amigos, les contaré una acción particular: si me queren, sé querer; si me olvidan, sé olvidar. Y sólo un orgullo tengo, que a nadien le sé rogar. ¡Ay, que la chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar!

Crónica publicada en agosto de 2006,
durante las presentaciones de Carlos Johnson en Ruta 61.

Entre las buenas noticias que nos llegan, está la de la inminente visita de Carlos Johnson a la Ciudad de México.

El músico de Chicago (1948) se presenta en Ruta 61 los días 17, 18 y 19 de agosto. Habrá, pues, que estar preparados para disfrutarlo cómodamente y en todo su esplendor.

Admirador en su juventud de Jimmy Hendrix y de Led Zeppelin, Carlos Johnson trae en su sonido la influencia de Otis Rush, Albert King, Elmore James y T-Bone Walker, hecho con el que se vislumbra una serie de veladas memorables.

Además, habrá que escucharlo entonces tocar Key to the highway, de Big Bill Broonzy (1893-1958), obra maestra que merece un monumento tanto en los terrenos de la música como en los estrechos pasillos de la poesía.

Nos referimos a la misma canción con la que Jaime Holcombe nos deleita a veces, ciertas noches, cuando Las Señoritas de Aviñón acuerdan el repertorio a tiempo y cuando la dulzura invade a Yeims... Entonces, somos tratados con mucho amor y untados con ese lamento insolente, esa historia por tantos vivida.

Apenas escuchamos decir a Jaime el primer verso, movemos nuestros vasos de whisky… y los hielos aplauden sin distraer.

Key to the highway es una canción de voluntad liberadora nacida del demasiado dolor, el dolor del desamor, el dolor que significa la expulsión del paraíso y al que no le queda más que masticarse a sí mismo.



¿Cómo freír espárragos?

Big Bill Broonzy nos sugiere una retirada digna y altanera, con mucha suficiencia: salir corriendo pero en cámara lenta, como sin prisa, con la débil esperanza de escuchar una retracción; comenzar a andar esa vieja carretera asegurando a los cuatro vientos que el camino nos llevará a donde nos conocen mejor, mujer, donde mejor nos tratan, carajo; advertir, además, como lo hace la sabiduría popular, que las chanclas que se tiran nunca se levantan; deleitarse, incluso, con esa fingida manera de soltarse las amarras.

Ya luego, muy a solas, cuando nos hemos convertido en un punto en el horizonte, ponernos a llorar a moco tendido.

Cantar Key to the highway no ha de ser fácil. Vivirla es un acto heroico. Escuchársela a Jaime Holcombe es un placer indescriptible. Nos falta saber qué sucede con ella en la garganta de Carlos Johnson.


Esta semana que comienza será, como otras anteriores en Ruta 61, memorable, inolvidable, digna de quedar registrada en los anales del blues en México. Y todo gracias a uno de los grandes empresarios de blues del país: Eduardo Serrano, Lalo el Eterno, Lalo el Insomne, el único y verdadero Lalo, que lleva ya dos años y tres meses sosteniendo uno de los bares más intensos y hermosos de nuestra renegada ciudad, como la llama el gran Raúl de la Rosa, legendario promotor del género en el país, amigo de Lalo y parroquiano frecuente de Ruta 61, sitio que primero fue concebido en la mente inquieta del siempre convincente Octavio Herrero -guitarrista de Las Señoritas de Aviñón- y luego llevado por el mismo Lalo hasta lo más alto de la abrupta serranía: la realidad de las noches en la Hipódromo-Condesa.

¿Y por qué será memorable esta semana? ¡Pues porque el jueves 17, el viernes 18 y el sábado 19 se presenta en Ruta 61 CARLOS JOHNSON! Sí, el mismo Carlos Johnson que ya fue compañero de banda de Koko Taylor, Otis Rush, Junior Wells, Son Seals, Valerie Wellington, Carey Bell y Buddy Miles.

La Crónica de Hoy del viernes pasado (no culpen a Lewis Carrol de la frase anterior: el no es autor del nombre con el que Carlos Salinas de Gortari bautizó su periódico), La Crónica de Hoy de ese día, decimos, habla de Carlos Johnson; y lo hace mediante la extendida práctica del fusil internético (www.raisinmusic.com).

No condenamos el hecho, simplemente lo señalamos como una fea costumbre que todos estamos adoptando: navegar por la red -metáfora de por sí difícil de ver, así que mejorémosla-, arañar la red y comerse crudas las moscas incautas que encontramos en ella. Por eso, porque se trata de una traducción al botepronto , la sintaxis del reportero o la reportera deja mucho que desear.

Se trata del guitarrista más crudo, por así llamarlo, de la escena de Chicago (...), uno de los guitarristas más prominentes del mundo (...). Su apasionado y salvaje virtuosismo ha hecho de este guitarrista zurdo uno de los más originales músicos que con su peculiar estilo para tocar lo ha colocado como uno de los mejores de la ciudad de los vientos. Él combina la profundidad del sentimiento con el sonido más crudo del blues tradicional de Chicago, su estilo va de los clásico a lo contemporáneo, a lo que agrega un toque funky. Las texturas del jazz, el fraseo y su obvio amor por el country blues, han hecho del estilo de Johnson un sonido propio que se diferencia de los demás. Su energía vocal y una tesitura difícil de clasificar, así como su carismática presencia escénica, sumados a la explosiva fuerza que desata con la guitarra, han hecho de Carlos Johnson uno de los más respetables músicos de blues, no sólo de Chicago, sino del mundo de la música en general.

Carlos Johnson ofrecerá tres veladas extraordinarias, no sólo por su propio valor sino porque, además, estará acompañado por miembros de la mejor banda de rocanrol de nuestra ciudad, Vieja Estación, cuya capacidad de interpretar el blues y de crear una base rítmica segura y poderosa ya fue demostrada más de una vez, durante las respectivas presentaciones de Max Cabello, John Markiss, Billy Branch y Grana' Louise en Ruta 61.

Para colmo de bienes, cada una de las noches contará con una banda alterna que abrirá el espectáculo: El Charro y Los Moonhowlers, Las Señoritas de Aviñón y Vieja Estación.


En La Jornada de hoy, martes 15 de agosto, aparece una amorosa nota de Tania Molina Ramírez donde la periodista y reportera anuncia la llegada de Carlos Johnson a la Ciudad de México.











Con Carlos Johnson, todo bien, excelente.

El miércoles, Carlos Johnson llegó a México y esa misma noche se citó con Mauro Bonamico, José Luis Sánchez e Ignacio Espósito para ensayar.
Antes del ensayo, Mauro Bonamico (bajista de Vieja Estación) se comprometió a dar lo mejor de la banda, para cumplir las expectativas de Carlos. El músico de Chicago respondió con graciosa picardía:

-Mi única expectativa es una cerveza, buena música y una linda puchita.


Y anoche... todo bien, decimos, excelente, con la calidad y la fuerza a la que ya nos tienen acostumbrados todos y cada uno de los miembros de Vieja Estación. Pasamos, sin duda, una muy buena velada, con la presencia de Memo Briseño, Santiago Espósito, Betsy Pecanins, Octavio Soto, Antonio Miranda, Rafael Herrera, Federico Luna, Claudia Ostos, Tania Molina, Javier García, Lalo Chico…



…le molestaba que el perro de las tres y catorce
(visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro
de las tres y cuarto (visto de frente).
Funes el Memorioso
Jorge Luis Borges
Con la precisión y la calidad a la que nos tienen acostumbrados los reporteros de La Jornada, Tania Molina nos cuenta sobre la primera noche de Carlos Johnson en Ruta 61, a la que define como una velada llena de energía musical e intensa avidez parroquiana.

domingo, 30 de enero de 2011

Peaches Staten 2007

Crónica publicada entre noviembre de 2006 y en enero de 2007,
durante las presentaciones de Faye Staten en Ruta 61.


Tania Molina recuerda lo que sucedió el viernes 24 de noviembre, después de la apertura del X Festival de Blues:

La noche apenas había comenzado. Luego del concierto, varios músicos fueron invitados por amigos a visitar nuestro propio oasis blusero: Ruta 61. Vieja Estación, banda que tocó esa noche, invitó al armonicista Billy Branch a echarse un palomazo. El espíritu del blues escuchó el llamado e hizo de esa madrugada una de las más memorables para los asiduos a ese bar. Aquello terminó en una tremenda fiesta, en la que tocaron juntos músicos de distintas bandas invitadas al festival. México juntó en un mismo escenario a artistas que en Chicago andan cada uno por su lado (algunos intercambiaron tarjetas de presentación, prometiendo establecer contacto a su regreso). Aquello fue una gran celebración de la vida, del gozo y del dolor. La cantante Peaches Staten dijo: "Es como estar en un club de Chicago", y Billy Branch exclamó en español desde el escenario: "¡Aquí estoy en mi casa!". "When we get together/ everything is gonna to be all right", cantó el tecladista John Kattke. Y sí, ésa era la sensación, "cuando nos juntamos, todo está bien".

Añadamos a lo escrito por Tania algunos de los nombres de los músicos de Chicago que entonces nos acompañaron: Billy Branch, Peaches Staten, Zora Young, Nick Charles, Dave Specter, Mose Routes, Harlan Terson, Shirley Johnson, Jeffery James, Cig Anderson y Marty Binder. Y para coronar el encuentro, también estuvieron con nosotros Marie Dixon y K. Dixon, viuda y nieta del divino Willie Dixon.

Quienes las noches del 24 y 25 de noviembre pasados tuvimos la fortuna de estar en Ruta 61, fuimos entonces testigos de la presencia en el escenario de un cúmulo milagroso de músicos chicaguenses (chicagoans, dicen los guasingetones). Todos juntos, hicieron de la velada una de las más hermosas en la historia general del blues y en la historia nocturna de nuestra ciudad.

Entre esos músicos estuvo Peaches Staten, a quien vemos en la foto anterior en amena conversación con Ezequiel Espósito, el Polaco, voz principal de Vieja Estación.

Lo que sigue es lo que de esta bella mujer escribimos en el programa de mano del X Festival de Blues, organizado por nuestro querido Raúl de la Rosa. Hay, por supuesto, mucho de plagio internético en esto, porque estamos guardando nuestras palabras sobre Peaches para fines de enero, cuando hagamos la reseña de su visita a nuestra ciudad y de sus tres presentaciones en Ruta 61.

La Staten es hija legítima del Delta del Mississippi. Desde edad muy temprana, Peaches estuvo rodeada del blues de Chicago, porque su padrastro trabajaba como disc jockey en varios clubes de la ciudad, y su madre pertenecía a un club social a cuyas fiestas nunca faltaba algún buen músico de blues. Además, Peaches trabajó como mesera en el Rosa´s Lounge (en el programa de mano puse, tontamente, que Peaches había sido mesera del Mama Rosa´s, olvidando que en México contamos con un restaurante de comida mexicano-italiana llamado así, precisamente, pero que nada tiene que ver con el lugar abierto por Tony Manguillo en 1984).

La versatilidad y la fuerza de su voz, en la que algunos encuentran influencias de Bessie Smith, Billie Holiday y Koko Taylor, la han llevado a compartir escenario con Buddy Guy, Junior Wells, la misma Koko Taylor, Dr. John, Billy Branch y muchos otros.


Conmovida, agradecida y encantada por la respuesta del público, la extraordinaria e inolvidable Peaches Staten vuelve a la Ciudad de México para presentarse en Ruta 61 los días 18, 19 y 20 de enero.

Peaches en almíbar

Dentro de una Vieja Estación, coloca una Faye Staten en su punto y un Melvin Smith en su bajo, con tres o cuatro extraordinarios músicos argentinos. Vierte todo en el escenario de Ruta 61. Deja que hierva durante dos horas de amor y blues, hasta que todo se vuelva jarabe de Chicago en el sartén de la noche, o hasta que el bar adquiera un cierto aroma a Maxwell Street Flea Market.

Maxwell Street

Porque, a propósito, Peaches Staten nos cuenta, indignada y vehemente, lo sucedido con el histórico mercado de Chicago, el cual fue removido a Canal Street en 1994, para poder extender los espacios de la Universidad de Illinois at Chicago (UIC). Como es de suponerse, el hecho provocó la protesta de mucha gente. ¡Y a ver qué pasa este año, pues vuelven a moverlo de sitio, a Des Plaines Street!

¡Maxwell Street es Maxwell Street! -dice Peaches con la contundencia de quien ama su ciudad-. ¡Pero las autoridades han sido incapaces de entender y respetar una tradición, una historia, un modo de vivir, una cultura plural!

Para que entendamos a Peaches, señalemos que Maxwell Street Flea Market es –sigue siendo, aunque fuera de su cuna y como New Maxwell Street Market- el Tepito de Chicago, La Garra, como aún le dicen los mexicanos de allá, quienes lo visitan para comprar chiles de Zacatecas, sarapes de León y cobijas de Tlaxcala, y donde es posible disfrutar de una torta ahogada, de un tamal oaxaqueño, de la birria de Jalisco o de tacos chilangos (¡A huevo, güey!).

Por otro lado, es bueno recordar la importancia de Maxwell Street en la topografía histórica del blues de Chicago.

Seguramente más de uno recuerda la escena de la película The Blues Brothers donde John Lee Hoocker toca en la calle su fundacional Boom Boom.


No fue una ocurrencia loca de Dan Aykroyd, John Belushi o John Landis, ni es una traducción al blues del gusto por las calles que se detecta en los musicales de Broadway.

John Lee Hoocker es aquí la representación de un personaje real, al menos de las décadas treinta y cuarenta del siglo pasado: los músicos callejeros, aquellos que llegaban del campo a la ciudad, con su guitarra acústica, y se ponían a tocar precisamente en Maxwell Street, compitiendo con los ruidos propios de cualquier calle bulliciosa, lo que los obligó en poco tiempo a hacerse de aparatos eléctricos que amplificaran su espectáculo.

Nos atrevemos a decir, entonces, que ahí, en Maxwell Street, nació el sonido del blues de Chicago, ahí nacieron Muddy Waters y Howlin’ Wolf, por mencionar sólo dos ejemplos. Y si nuestra especulación es acertada, entonces podemos afirmar que el mismo Rock&Roll le debe mucho a Maxwell Street, calle en la que también están escritas importantes páginas de la historia judía de Chicago y de la inmigración mexicana.

Es miércoles 17 de enero

Vamos en automóvil hacia Satélite, a encontrarnos con Vieja Estación, que esta noche toca en el Irish Pub. Maneja Lalo Serrano, y a su lado se encuentra Peaches Staten. Atrás, nos apiñamos Melvin Smith, Gilles Aniorte y el que esto escribe.

Melvin ha viajado con Peaches, porque los dos bajistas con los que pudo haberse contado para esta ocasión no están disponibles: Mauro Bonamico se encuentra en Italia, y Jorge Escalante está atendiendo la salud de su señora esposa, a quien desde esta bitácora enviamos nuestro mejores deseos de recuperación.

Es ésta una noche rica, una noche de clima templado y cielo abierto. Aunque no es posible divisar estrella alguna.

¡Sí, sí, acabo de ver una estrella! –anuncia Peaches

Entonces, la conversación da un giro extraño y se dirige hacia los Objetos Voladores No Identificados. Peaches asegura que ha visto más de uno, no ahora sino en otros momentos de su vida. Gilles hace una broma que no podemos repetir, y Lalo muestra dos de sus talentos: la maestría para contar chistes y la extraordinaria rapidez para traducirlos al inglés.

En español, el chiste dice:

-¿Sabes que si comes mucho chile habanero, terminas cagando pescado?
-¿De veras? ¿Cómo es eso?
-Digo, pescado de la toalla.

¿Cómo traducir eso al inglés?

Pues Lalo lo hace, y logra arrancar buenas risas a Peaches y a Melvin, quienes en este momento –ya en el Irish Pub- se deleitan con sendas cervezas Dos Equis ámbar y un plato de alitas de pollo adobado.

No nos quedamos mucho rato en el pub estilo irlandés, porque urge llegar a Ruta 61 y montar el espectáculo de jueves, viernes y sábado.


Santiago Espósito (guitarra), José Luis Sánchez (teclados) e Ignacio Espósito (batería), han estudiado ya las canciones de Peaches, con la ayuda de un CD; pero ahora la cosa es cerciorarse de lo más importante: que la Staten y los miembros de Vieja Estación se entienden. Melvin ya está listo, y eso es un punto a favor de la música. Este bajista se ha ganado un buen prestigio en la escena del blues de Chicago, y ha tocado con Koko Taylor, Carl Weathersby y muchas otras leyendas del blues. Pero los argentinos no se quedan atrás: traen varias medallas, que Peaches aprecia: han sido la banda de apoyo de muchos músicos maravillosos: Billy Branch, Dave Specter, John Markiss, Deitra Farr, Grana’ Louise
Buenos Aires y la Ciudad de los Vientos. Y en medio, Tonatzin como un dios.

Apenas comenzado el ensayo, Peaches queda no sólo satisfecha con el sonido de la banda sino también gratamente impresionada del profesionalismo y la destreza musical de Vieja Estación. ¡No hay nada fuera de lugar! Sólo falta pulir pequeños detalles, más de índole dramática que de naturaleza musical.

Se prueban las canciones, se conversa sobre esto y sobre aquello. Lalo Serrano insiste en que la banda ensaye su canción favorita. Se hacen referencias a un amigo común, Billy Branch. Surgen las anécdotas. Se pasa la noche. Salimos a las cuatro de la mañana.


Peaches in Regalia

En una misma noche, Peaches nos ha entregado su blues, salpicado de rocanrol, regaee y zydeco (y la evocación de Lousiana sirve para reafirmar lo que ya habían dicho en noviembre Zora Young y Shirley Johnson, y que ahora repite este sabroso melocotón hecho mujer: se escribe New Orleans, pero se pronuncia Now Orleans).


Quién sabe en qué sentido utiliza Frank Zappa la frase que da nombre a una de sus piezas más representativas y más hermosas; pero ahora la Madre de todas las Regalías ha sido Peaches Staten, una mujer de belleza inefable y voz divina.

Dejemos de escribir y deleitémonos otra vez con Mighty Gumbo, Mojo Boogie, Fever, Can´t you see, Hole in the wall... y todo el repertorio de este ángel exquisito, quien, no conforme con curarnos el alma con su blues, ejerce la medicina (como fisico-terapeuta) en un hospital de Chicago.

¡Gracias Doctora Durazno, necesitábamos su atención!

Peaches Staten envuelta en Ezequiel Lobsang Rampa Espósito

sábado, 29 de enero de 2011

Billy Branch 2007

Crónica publicada en junio de 2007.

Fue en febrero de 2006 cuando Billy Branch se presentó por vez primera en Ruta 61.

En este preciso instante, recibimos la llamada telefónica de Lalo desde el Aeropuerto Internacional O’Hare de Chicago (a ver qué día le quitan ese nombre tan feo y lo rebautizan como el Wang Dang Doodle International Airport).

-¡Hola, Agus!
-¡Lalo! ¿Ya estás en México?
-No, estoy en el aeropuerto de Chicago…
-¡Ah!
-Oye, te hablo para… ¡Uy, espérame! Hubieras visto lo que acaba de pasar…
-¿Qué?
-¡No, no, no! Dios mío. Bueno, te decía…
-Lalo, ¿estás en Chicago o en Zipolite?
-¡En Chicago! Mira, te quiero pedir un favor…


Eduardo viajó a Chicago para estar presente en la reciente edición del Festival de Blues de esa ciudad. Ya nos contará cómo le fue. Queremos suponer que, entre gozo y gozo, Lalo trabajó en la afinación de detalles administrativos para la inminente presentación de Billy Branch en Ruta 61 (jueves 14, viernes 15 y sábado 16 de junio). Porque Vieja Estación, la banda que acompañará al armonicista, está ya más que lista.

A fe de múltiples notas periodísticas, el gran momento del segundo día del Festival de Blues de Chicago fue, precisamente, la celebración de los treinta años de The Sons of Blues, en el Grant Park. Durante más de dos horas, Billy Branch y sus compañeros de banda (entre ellos, dos conocidos de Ruta 61: Lurrie Bell y Carlos Johnson) tocaron como lo que son, ya por sangre, ya por causas de honor: los hijos directos del blues, segunda generación que ha sabido mantener el espíritu de sus padres y de sus tutores (otro amigo, Raúl de la Rosa, también estuvo en Chicago, y de él podemos leer ya su primera crónica sobre el festival en La Jornada de ayer).

En realidad, ésta será la cuarta visita de Billy a México, pues a la presentación de febrero de 2006 en Ruta 61 hay que añadir su participación en uno de los festivales de blues organizados por Raúl de la Rosa a fines de los setenta y principios de los ochenta, así como su reciente intervención en el X Festival de Blues organizado también por Raúl, en noviembre del año pasado, en el Teatro de la Ciudad y el Monumento a la Revolución. Asimismo, queda en la memoria de todos nosotros la escapada que en esos días se dieron Branch y una docena de músicos divinos para improvisar una fiesta histórica en Ruta 61, donde doña Marie, viuda de Willie Dixon, nos dio la bendición y nos regaló su sonrisa permanente.

Terminamos esta entrega con la transcripción del boletín de prensa que se preparó para esta semana. Tenemos la ligera sospecha de que el texto no es enteramente de mi nuestra inspiración. Es probable que hayamos traducido varios artículos encontrados en la red, y con ellos se haya pergeñado una ensalada sin mucho estilo.


La sangre y las virtudes de una segunda generación
El mejor armonicista de Chicago ofrecerá tres funciones en Ruta 61
14, 15 y 16 de junio

Ruta 61 vuelve a tender el puente que desde hace tres años lo une con Chicago, y trae a escena por segunda vez al mejor armonicista de la Ciudad de los Vientos, Billy Branch, aquel joven que en los setenta sustituyó al legendario Carey Bell, recientemente fallecido, en la banda de Willie Dixon.

Para la armónica y para el blues hay, sin duda, horizontes amplios y promisorios; y en ellos se percibe la figura de Billy Branch como protagonista indispensable.

Billy Branch creció en Los Ángeles, y regresó a su natal Chicago en 1969. Fue entonces cuando, inspirado por la maestría de Big Walter Horton y Junior Wells, decidió labrarse un nombre y una carrera. Con ese ánimo a flor de piel, tuvo la oportunidad de sustituir a Carey Bell en la Chicago Blues All-Stars de Willie Dixon y de codearse con la crema y nata del blues, además de desarrollar una personalidad propia y de tejerla con la influencia directa de leyendas vivas y talentos extraordinarios.

Maestro y músico -excelente en ambos oficios-, Branch no sólo es, como armonicista, la primera persona en la que piensa una banda para una sesión de grabación en Chicago, sino que, además, dirige desde finales de los setenta el trabajo de The Sons of Blues, acopladísimo cuarteto que, a pesar de sus numerosos cambios de personal, ha sabido mantener el espíritu original del blues de Chicago.

En sus inicios, The Sons of Blues contó con el guitarrista Lurrie Bell (hijo de Carey) y el bajista Freddie Dixon (descendiente de Willie), quienes contribuyeron con su destreza personal y con la fuerza de su propia sangre. Más tarde, la banda quedó constituida por el guitarrista Carlos Johnson, el bajista J.W. Williams, el baterista Moses Rutues y el propio Billy Branch, y con esta formación grabó, en 1983, Where’s my money?, álbum en el que también participaron Pete Crawford, Rufus Foreman, Kurt Berg y Jimmy Walker. Apenas lanzado el disco, se unió el guitarrista Carl Weathersby, y J.W. Williams fue sustituido por Nick Charles.

Hoy, Ruta 61 puede decir con orgullo que un porcentaje importante de The Sons of Blues ha pisado su escenario: Billy Branch, Lurrie Bell, Carlos Johnson, Moses Rutues y Nick Charles.

A pesar de tener una agenda repleta de grabaciones y conciertos, Billy Branch siempre encuentra tiempo para contribuir en la formación musical y cultural de los jóvenes de su país, sobre todo entre los sectores más pobres de Estados Unidos.

Con el propósito de garantizar la calidad original de Billy Branch, el armonicista estará acompañado por Vieja Estación, banda argentina que ha demostrado no sólo talento y calidad, sino, además, una sorprendente capacidad para sostener el alto nivel de los músicos de Chicago que se han presentando en Ruta 61 en los últimos dos años (de hecho, Billy Branch afirma: Vieja Estación es mi banda en México).